Por el Dr. Pedro L. González, especialista en Medicina Preventiva y de Salud Pública y periodista científico
La niebla cerebral suele considerarse un síntoma benigno e inespecífico. Todos experimentamos esta sensación de vez en cuando. Ocurre a veces tras una gripe o un resfriado fuerte. En ocasiones en un jet-lag el pensamiento se hace lento porque crees que son las 2 de la mañana cuando en realidad son las 12 del mediodía. Incluso tras tomar un antihistamínico se puede pensar de forma confusa durante unas horas.
En estos casos, se vuelve a la normalidad cuando las condiciones que provocaron el pensamiento espeso desparecen. Sin embargo, no ocurre así para muchas personas que han pasado la COVID-19. Les ocurre como a los que se han sometido a una quimioterapia, es un problema para el 40% de los enfermos de VIH y una fuente de frustración para muchos durante el embarazo, entre otras condiciones médicas.
Se han propuesto varios mecanismos neurológicos, pero hasta ahora los científicos no se ponen de acuerdo sobre la causa física exacta. Por lo tanto, la investigación sobre esta secuela está aún en sus inicios.
En este sentido, un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford reclutaron a 50 participantes de estudios anteriores sobre la COVID-19 de larga duración para estudiar estos efectos.
Los miembros del grupo describieron a menudo síntomas neurocognitivos consistentes con déficit en la función ejecutiva, la atención, la memoria y el lenguaje, entre otros ámbitos. Con una gama tan amplia de capacidades cognitivas afectadas, los participantes describieron sistemáticamente el funcionamiento cotidiano como gravemente afectado.
Comprar en los supermercados se había vuelto sorprendentemente difícil, o atender a varias cosas al mismo tiempo era casi imposible para otros. Todos en común padecían lo que describieron como una sobrecarga sensorial.
Las personas de la muestra que habían podido volver al trabajo hablaron de adaptar sus funciones, reducir las horas o depender de alguien para que revisara su trabajo en busca de errores. Esto dio lugar a sentimientos de ansiedad y duda, así como de pérdida de autoestima y alteración de la identidad.
Muchas notaron fatiga y una gran parte de la muestra destacó otros síntomas no cognitivos, como taquicardia y falta de aire, que se producían junto con la niebla cerebral o en respuesta al esfuerzo cognitivo.
Cuando fueron a buscar ayuda médica, mientras que algunos experimentaron la validación y el alivio, muchos sintieron que sus síntomas fueron descartados como que «todo está en [su] cabeza».
Para ayudar a despejar la niebla cerebral, recomiendo realizar todas las actividades que sabemos que ayudan al pensamiento y a la memoria de todos.
La ‘niebla cerebral’ afecta a muchos supervivientes de COVID-19
Por el Dr. Pedro L. González, especialista en Medicina Preventiva y de Salud Pública y periodista científico
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2025-01-22

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