Por el Dr. Pedro L. González, especialista en Medicina Preventiva y de Salud Pública y periodista científico
El repunte de casos es de tal magnitud que ha obligado a países como Austria y los Países Bajos a introducir nuevamente medidas de confinamiento generalizadas. En España el ratio de casos por cien mil habitantes está ya en 132 mientras que en Francia se acerca a los 300.
Después de tanto tiempo, es posible que la gente se haya acostumbrado a ver más narices asomando por encima de mascarillas holgadas. O a saltarse un lavado de manos aquí y allá. O a acercarse más a las personas que están delante de ellos en la cola del supermercado.
Sin embargo, ponerse una mascarilla reduce a más de la mitad el riesgo de contraer la COVID-19 según una revisión de ocho estudios publicada en el British Medical Journal. Lo mismo ocurre con el lavado de manos.
El distanciamiento físico reduce menos el riesgo. En una cuarta parte. Pero esto resultados lo que pueden reflejar es que las personas que se lavan las manos con frecuencia tienden a tomar también otras medidas de protección. Se ha visto que con mayor probabilidad tienden a evitar las aglomeraciones, mantener el distanciamiento y utilizar las mascarillas correctamente.
Aunque las vacunas han roto en gran medida el vínculo entre las infecciones y las hospitalizaciones (y la muerte), no han eliminado la necesidad de llevar mascarilla. Datos publicados la semana pasada sobre la eficacia de las vacunas, demuestran que dos dosis de la vacuna de Oxford/AstraZeneca son un 67% eficaces contra las infecciones de la variante delta (en comparación con el 80% de dos dosis de la de Pfizer/BioNTech).
Las infecciones pueden seguir ocurriendo y la COVID persistente es otro motivo de preocupación. No sólo las personas totalmente vacunadas pueden contraer y transmitir el virus, sino que además se ha visto que los adultos no vacunados son los más resistentes a utilizar la mascarilla.Te recomendamos Korean Beauty
Se calcula que alrededor de la mitad de las transmisiones provienen de personas asintomáticas pero muchas, al estar vacunadas y creerse inmunes, hacen un mal uso de la mascarilla.
Es de vital importancia ponerse bien la mascarilla. Muchos de nosotros no lo hacemos correctamente: Los huecos permiten que los aerosoles penetren o se escapen por la mascarilla. Las tiras metálicas para la nariz ayudan a que la máscara se mantenga mejor y las correas que se atan detrás de la cabeza a que se soporte más tiempo. Utilizar el tamaño adecuado es esencial. Por ejemplo, en niños o en hombres con barba en los que la mascarilla debe cubrir la mandíbula por debajo.
Por supuesto, no todas las mascarillas son iguales, como pone de manifiesto un estudio reciente publicado en la revista Nature que ayudó a arrojar luz sobre cómo los coronavirus en los aerosoles penetran en los diferentes tipos de mascarillas.
Las mascarillas reutilizables tienen fibras más largas y gruesas con un diámetro medio de poro mayor. No es de extrañar que presenten niveles de permeabilidad más elevados; la mascarilla quirúrgica ocupa el segundo lugar, seguida de la N95.
Además de los materiales, la superposición de los mismos también puede mejorar la eficacia. Nuevas pruebas de laboratorio sobre diferentes tipos de mascarillas han revelado que una mascarilla quirúrgica de tres capas bloquea el 42% de las partículas de una tos simulada. Sin embargo, la protección se eleva al 92% cuando la mascarilla de tela se coloca sobre la mascarilla quirúrgica.
La higiene es clave para evitar el repunte de la COVID-19
Por el Dr. Pedro L. González, especialista en Medicina Preventiva y de Salud Pública y periodista científico
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2025-01-22
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